viernes, 5 de septiembre de 2008

Erasmo Stivala

Erasmo, gran sonetista, que tuvo la deferencia de presentar nuestros libros , autor del libro
" Sonetos para leer en domingos"- Alta Gracia ( Córdoba)

Mercedes






SONETO DE LA SONRISA CLAUSURADA

No censures el dejo de tristeza
que ennoblece mi frente preocupada
y mi voz pesarosa y apagada
y estas manos ausentes de tibieza.

No me creas al borde de mi huesa
ni reproches mi vida desolada
o mi sien ya de nieve coronada
que presagia vejez en mi cabeza.

No me quites la noche que me apresa;
que es la sombra, en la noche más espesa,
Nodriza de la flor más codiciada,...

Déjame así, la pena no me pesa,...
mi mundo es de silencio y de belleza,
y tengo la sonrisa clausurada!

ERASMO STIVALA

BIOGRAFIA DE UNA CALAVERA

Creo que fue por el año 1949, en Villa de Las Campanas, mi pueblo natal, en la casa solariega donde nacimos tres hermanos varones, todos con fuertes inclinación hacia las Ciencias Naturales.
Debió ser en el último patio, donde transcurrían casi todas nuestras deliberaciones, que con nosotros el que me sigue, Víctor, trazamos los planes de nuestro futuro. Oscar mucho menor que nosotros y no participó de aquella asamblea.

Resolví ser Ingeniero Aeronáutico (vocación de la cual deserté para ser Geólogo y Víctor decidió ser Médico (cosa que cumplió). En esa conferencia fraternal decidimos que mi hermano tenía que comenzar a reunir material de estudio.

Unos días después, Víctor desembarcaba en el último patio con dos bolsas llenas de huesos humanos, cedidos en el cementerio gracias a la generosidad del Intendente de entonces.
Predominaban las calaveras, creo que eran unas diez. Bellísimas y sonrientes.
Tratamos aquellos restos como nos indicó el profesor de Anatomía Humana. Al final del proceso, las calaveras lucían con toda su absurda belleza.
En mi carácter de primogénito, me reservé la más bella calavera, a pesar que nunca pensé estudiar Medicina. Era un cráneo perfecto, conservaba casi todos los dientes y presuntamente perteneció a una persona joven.

Aclaro que, por aquel entonces, la juventud se sentía atraída por la lectura de los poetas trágicos, por las novelas de Edgar Alan Poe y por las calaveras. Personalmente me incliné a esa corriente y mis poemas preferidos fueron el Nocturno de José Asunción Silva y el Poema Negro de Claudio de Alas.
Desde entonces "mi calavera" me siguió a todas partes, como una mujer enamorada. Por razones de estudio me radiqué en Córdoba, migrando por cuanta pensión económica para estudiantes encontré y mi calavera me siguió como mi sombra. Confieso que, a veces , la utilizaba como guardia de seguridad, para que nadie tocara mis apuntes y mis libros: la dejaba sobre mi mesa de estudios y jamás la mucama de ninguna pensión se atrevió a desafiar la solemnidad de mi "calavera".

En una oportunidad, mi hermano Víctor y yo compartimos una habitación en una casa-quinta de una tía, en las afueras de Córdoba, y la calavera presidió nuestras noches de estudio. Como consecuencia del desorden que naturalmente reina en toda pieza estudiantes, ocurrió que una noche no encontré la calavera en los lugares habituales. En lugar de preguntar a mi hermano por su paradero en lenguaje corriente , decidí hacerlo mediante un poemita que aún recuerdo ; y mientras él buscaba y encontraba el preciado símbolo, le dije estas palabras, que escribí sobre mis apuntes de Mineralogía:

¿Sabes hermano, que falta algo sobre la mesa?
Están los libros y los papeles todos revueltos,
Pero no veo por ningún lado la calavera;
y ella ha pasado tantas jornadas en nuestra pieza

Desde la noche que la trajiste del cementerio!
Ponla de nuevo sobre los libros, que su blancura,
Será la página helada y yerta donde la Vida
Escribe todas aquellas cosas que no sabemos

Y Dios anota sus intangibles sabidurías
¿Sabes? Que mientras bajo los ojos sobre los libros,
Desde sus cuencas anochecidas por las tinieblas,
Tímidamente y temerosa que pueda verla,

se asoman un alma vistiendo luto, que me contempla
La he descubierto, pues cuando vuelvo pronto la vista
Pide disculpas por su torpeza de calavera
con la macabra mueca siniestra de su sonrisa.

A todo esto mi hermano había encontrado la calavera y la colocó encima de los libros; y terminé el poema diciendo:

... Ahora luce, como una reina, sobre la mesa,
! Y ella es tan sabia que hasta se ríe de su tristeza!

Víctor y yo terminamos casi simultáneamente nuestras carreras y el menor, Oscar, ya estudiaba Medicina, por lo que los huesos y la calavera (mi calavera), pasaron a sus manos.

Mi calavera llevaba escritos con tinta china en los parietales y en el frontal, un poema y algunas firmas de compañeros de escuela.

No supe de la calaverita por muchos años. Habrá pasado de mano en mano de muchos estudiantes y algún poeta, cuando una noche, en una escuela vespertina de Córdoba, me encontré con ella.

Estaba en el Gabinete de Ciencias Naturales, junto a otros huesos cuando entré con mis alumnos de quinto B a tomar un práctico de Química. Y allí estaba, igual, como si el tiempo no hubiera transcurrido, con su inalterable sonrisa prendida a los blanquísimos dientes. La emoción y la sorpresa me hicieron exclamar, sin reflexionar sobre lo que estaba diciendo. ! Mi calavera!
Uno de mis alumnos respondió con alguna timidez: Profesor, la tiene puesta.
No me costó mucho convencer a mis alumnos que realmente era "mi calavera", pues la tomé delicadamente y la puse en manos de ellos y retirándome, les relaté todo lo que en ella estaba escrito:

Las tres firmas eran de Oscar Eduardo Amalvy, fallecido a los 20 años en un leve accidente de motocicleta ; Antonio Raúl Miret , abogado y Jurista , fallecido antes de los 40 años y Henry Arán , pintor , muerto en plena juventud por su determinación.
La poesía escrita sobre los parietales era "Soneto a un Cráneo", algo asonantado, que decía:

El antro de penumbra que hoy encierras
estuvo ayer de pensamientos lleno;
Lo que fue luz de idea hoy es tiniebla
y lo fue cerebro solo es cieno.

Tus cuencas que miraron las estrellas
Y solo de tus ojos son el nido,
Contemplan otro cielo que es de tierra,
desde el sepulcro helado y corrompido.

Yo también llevo dentro de tu seno
en eterno bullir las fantasías
y las náyades blancas de mis sueños...

Más yo sé que en reino de la muerte
lo que vibra al impulso de mi vida
en el barro que ha sido se convierte.

Mis alumnos se convencieron que se trataba de "mi calavera". La regresé al montoncito de huesos que la aguardaban para continuar su sueño interminable.
Emocionados comenzamos con el práctico de Química Orgánica. Creo que la calavera no concilió el sueño hasta que abandonamos el gabinete de Ciencias Naturales.

...Han pasado muchos años. Yo envejecí como corresponde, ella estará igual, eternamente joven , inmutable al paso del tiempo. No volví a verla, más no pude olvidarla.
Yo sé que alguna vez, en un recodo de mi efímera vida, me encontraré con la eternidad de su muerte. Y ella tendrá reservada para mí, inalterable, su sonrisa de nácar.

Erasmo Stivala -( Alta Gracia - Córdoba )




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